Si decimos que la escuela prepara nuevos ciudadanos para ser libres y conscientes, y eso no es mero voluntarismo o pura hipocresía, la valentía y la lucha son imprescindibles. Si ser profesor es algo más que un trabajillo (un "curro" para sobrevivir), muchos deberemos cambiar para hacerlo cambiar todo. Hemos de dejar de ser "el profesor de toda la vida". Quiero decir, el más cutre.
Creo que deberíamos renunciar a hablar nosotros todo el rato.
Si el currículo es la pastilla o el chip que implantamos a los alumnos (y a menudo les resbala o la defecan) obtenemos la distopía de Fritz Lang en Metrópolis. Aunque si la sociedad sólo sigue esperando de ellos que sean "recursos humanos" o emprendedores, fracasando a menudo (y levantándose o no más allá de la propaganda), quizá eso sea lo más honesto, lo menos hipócrita.
Pero si queremos convertirlos en la futura humanidad consciente que tal vez traiga esperanza al planeta, deberíamos callar más y observarlos mejor. Y darles en las clases más mundo y más vida. Con calma y con tiempo.
Por eso creo que iniciativas recientes como la pedagogía de la lentitud o la filosofía en la escuela van por buen camino. El currículo razonable es aquel que los alumnos pueden digerir y adoptar, el que pueden pensar y discutir. Pondré un ejemplo.
¿Por qué nos hemos de matar para llegar a la Revolución Francesa empezando por el Renacimiento, arrastrándonos lentamente hecho por hecho, cuando podemos pensar la Edad Moderna como un todo? ¿Como toda una época con coherencias y contradicciones que lleva hasta nosotros? ¿Como un grupo d problemas simples que aún nos afectan y sobre los que los alumnos pueden opinar? ¿Por qué el profesor ha de explicarlo todo cuando pequeños libros de divulgación podrían ocupar el pensamiento de los alumnos previo a una discusión colectiva donde el profesor sería sólo la voz definitiva contrastada con muchas otras?
¡Ay! El espacio de un post se me queda corto.
(Vean la pesaña "Biblioteques d'Investigació Jove")